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lunes, 18 de noviembre de 2013

"WATCHMEN"






"Los superhéroes están acabados, ¿sabes? Tal y como está el mercado sólo hay sitio para los piratas..."

"¿Quién vigila a los vigilantes?"




Watchmen

de Alan Moore y Dave Gibbons.





         Esta obra de D.C. Comics, publicada en España por Planeta De Agostini, es rom-pedora en muchos aspectos. Parece una biblia y en cierto sentido  lo es (por densidad, peso y pretensiones artísticas) salvo en uno fundamental: Dios no aparece por ninguna parte...

         Es ambiciosa y pretenciosa. Está diciendo al mundo : "vean qué listos y talentosos somos los creadores". En este sentido es muy norteamericana, henchida del conocido infan-tilismo de siempre querer ser los mejores. Pertenece al género de la novela gráfica, un tipo de comic que se pretende para un público adulto. Y es cierto que poca cosa en ella interesa-ría a los jóvenes. Carece de la ilusión que es uno de los ingredientes del género juvenil. 

         Es  innovadora y parece marcar un antes y un después. Como relato exhala una ater-radora tristeza. Es una obra violenta y oscura a la vez, como el alma profunda de norteamé-rica. En ella, esos caballeros andantes, también llamados superhéroes, ya no son tan admi-rables como los de los años 30: Flash Gordon, Batman o Supermán. Quizá este pro-ducto se pretende el testamento del género de superhéroes, visto que en ella éstos termi-nan eliminándose los unos a los otros. En todo caso, resulta aburrida una gente que, por muy poderosa que sea, pretende luchar por el bien y la justicia y no hace nada mejor que apoyar a un gobierno, como el de EEUU, en causas tan dudosas como la guerra de Vietnam (ganada en la ficción por los yanquis, faltaría más...)

          El género de superhéroes conoce un auge espectacular tras la segunda guerra mundial y especialmente en las décadas de los  50 y 60 supone el clasicismo o edad dorada del mis-mo, con el nacimiento de Spiderman, Ironman, Thor, Captain América, Namor, Silver Surfer, Fantastic Four, La Patrulla X, Los Vengadores, etc. 




         El surgimiento de aquéllos héroes en los 30 respondió a una necesidad psicológica del público: un deseo intenso de EVASION por la dureza de la vida en plena Depresión. Fué un crack sin precedentes: suicidios en Wall Street, elevado desempleo, intensa lucha sindical, crimen organizado traficando con drogas y alcohol, cuya demanda y prohibición legal con-virtió en un lucrativo negocio. Así es como empieza a florecer una casta relativamente mo-derna de piratas: los gángsters...Entretanto en Europa, Hitler iba sumando triunfos en su carrera hacia la nada mientras el pueblo sufría pesadas circunstancias que empeoraban de día en día...En tales coordenadas, esos personajes heroicos encarnaban ideales de valor, poder e integridad muy atractivos y ejemplarizantes, como en el medievo pudieron serlo las aventuras de Amadís de Gaula, El Cantar del Mío Cyd, La Chanson de Rolland o las leyendas artúricas en el mundo anglosajón. Las gentes de los años 30 afrontaron miseria, estrecheches sinnúmero, salarios bajos, desempleo, subempleo y vejámenes sin cuento. A pesar de eso sabían leer y necesitaban compensar el horror de las noticias diarias con una pizca de arte que les diera esperanza, una sonrisa antes de acostarse: eso eran los comics insertos en los diarios de la época. Eran aventuras que ocurrían en parajes exóticos como el golfo de Bengala ("Phantom"), la selva africana ("Tarzán") o bien en lugares imaginados y fantásticos como el planeta Mongo ("Flash Gordon") o en un romántico e idealizado medievo, retomando la novela histórica de Whasington Irving del romanti-cismo europeo ("Príncipe Valiente").

          Si la época de la Gran Depresión genera la prehistoria del género de superhéroes, son las décadas de los 50 y 60, con su prosperidad y optimismo, las que conocen una prolifera-ción del género hasta el paroxismo. Es como si una legión de ángeles bajara al mundo comi-sionada por Dios mismo para ayudar a la humanidad. En los 70 comienza su decadencia que se extenderá a lo largo de los 80. A fecha de hoy podemos decir que el género ha conocido un renacimiento merced a las versiones cinematográficas llenas de espectacularidad y efec-tos especiales de los principales personajes.

           Culturalmente hablando los sesenta fueron una época marcada por la ingenuidad y el entusiasmo. Occidente conoce una prosperidad que se traduce en una eclosión cultural sin precedentes. Las historias de superhéroes surgen en el mercado norteamericano, exten-diéndose al resto del mundo después. Son historias ingeniosas en el guión y atractivas por el dibujo: el tímido estudiante Parker que se convierte en Spiderman tras un accidente sufrido en la universidad en la que estudia. El famoso empresario Tony Stark se construye una armadura de acero que lo hace invencible (Iron Man). El científico Banner que por culpa de una radiación  sufre una mutación genética que lo convierte en el gigante verde Hulk (similar al stevensoniano Dr. Jeckill y Mr. Hyde)  cuando el miedo o la ira lo dominan...

              En todos estos personajes se produce una dualidad: son dos en uno. Su poder los si-túa al margen de la ley, con la que a veces colaboran sin embargo. A pesar de esta relación ambigua con el poder en general puede afirmarse  que la ley y los superhéroes están en el mismo barco; al igual que los supervillanos y el sindicato del crimen están en el bando opuesto. Tal vez por eso, en los tiempos clásicos del género los superhéroes asumen una función ejemplarizante, dándose por sentada su superioridad moral respecto a todos los demás.




              A partir de los 80, y con la decadencia del género y la incorporación de nuevos personejes como Conan, se van transformando en ANTIHEROES. Son perseguidos por la sociedad, la cual deja de ver en su poder un beneficio general sino más bien una amenaza.

              Centrándonos en Watchmen, es preciso afirmar el carácter innovador de la obra.
En primer lugar, destaquemos la incorporación de diversos materiales en prosa (que no son cómic) de diversa procedencia: una autobiografía del personaje Hollis Mason (primer Búho de los Vigilantes), artículos de opinión, extractos de revistas y periódicos  referidos al Dr. Manhattan, al Búho, a Espectro de Seda (Sally Júpiter) o a Adrián Veidtz  (ex-Ozymandias); extractos de obras literarias como "La Isla del Tesoro, el Tesoro de los Comics"; informes técnicos del Departamento de Policía de Nueva York referentes a la personalidad oculta del vigilante Rorsach. Como colofón se incluyen textos de los autores acerca de los personajes, storyboards, una muestra de guión en prosa de la obra y diversa cartelería promocional.

               Segundo: se utilizan recursos originales como el relato dentro del relato, la in-clusión  de una historieta que está leyendo el personaje de un niño que aparece siempre junto al personaje de un kiosquero (un homenaje sin duda a todos los lectores de comics y en concreto al noveno arte). Este recurso dota de una profunda significación al tema princi-pal del relato. 

               Tercero: prolifera el flash-back que se va encajando a la trama central (la investi-gación del asesinato del vigilante  El Comediante)  como el pasado de los vigilantes  Dr. Manhattan o  Rorsach, constituyendo pequeñas historias dentro de la historia principal.


               Cuarto: se usa también la simultaneidad de escenas conectadas por un sen-tido común profundo aunque no aparente (como en la entrevista/acoso al Dr. Manhattan mientras unos delincuentes pretenden asaltar en un callejón oscuro a una aparente pareja corriente que resultará ser la pareja de vigilantes Búho y Espectro de Seda).


               Quinto: la estructura formal de las cuatrocientas y pico páginas de dibujos y textos en páginas secuenciadas en tres tiras de tres viñetas cada una se mantiene a lo lar-go de la obra, aunque ocasionalmente se altera la disposición en composiciones impactan-tes donde una de las viñetas asume el espacio de las otras.

                   Sexto: otro recurso ingenioso es la personalización de los monólogos o diá-logos en función del personaje que los emite, como se hace, por ejemplo, siempre que apa-rece el Dr. Manhattan: los textos van siempre sobre un cartucho de color azul claro contor-neado por un trazo blanco.





               Las series de viñetas sin texto, puramente visuales, son memorables, cinemato-gráficas, así como las del retiro espiritual del Dr. Manhattan en Marte (de puro monólogo introspectivo), en que se reflexiona sobre el tiempo, la relatividad y la verdad esencial y profunda de la conciencia.




        A pesar de sus muchos logros, la obra rezuma violencia y sangre por doquier y está la-mentablemente privada de alegría y esperanza. Su oscuridad nace, a mi juicio, de la exclu-sión de la  fe y la dimensión religiosa de la vida. Es obvio que reduciendo la vida humana al corsé tecnocrático de la sociología, las leyes, los poderes en juego y los medios de domina-ción (perdón: de comunicación...), la vida sería un miserable infierno del que no escaparían ni los propios superhéroes que aquí llegan a asesinarse con tal de alcanzar sus objetivos, o se inhiben de intervenir para evitar manifiestas injusticias.

        Son ángeles que han terminado por convertirse en demonios: El Comediante, brutal violador y sádico cuyo cinismo le delata como esbirro de intereses bastardos. Rorsach atrapado en una estrecha visión maniquea en blanco y negro, incapaz de misericordia o perdón, henchida de un profundo resentimiento hacia la sociedad causado por una trágica historia personal. El Dr. Manhattan cuya frialdad le distancia de los humanos a los que definitivamente no entiende. Quizá por eso no le resulta tan difícil eliminar a Rorsach al final de la novela. Adrian Veidt, el triunfador, el empresario exitoso será el asesino del Comediante, quien habría descubierto su plan criminal para generar un nuevo orden mundial. Con el apoyo del Dr. Manhattan, este nuevo orden basado en embustes será el mal necesario a aceptar para que la humanidad sobreviva a la supuesta ("La Verdad os hará libres" dijo el Señor...) destructividad de una verdad demasiado horrible para asumirse,

según la lógica interna del relato.

         ¿Pretende Watchmen terminar con el género de superhéroes como en el pasado la novela de Cervantes pretendió acabar con las novelas de caballerías (salvando las distan-cias, naturalmente...)? Hay algo de réquiem en esta obra y también de apocalipsis al mos-trarnos una auto-liquidación de esos caballeros que fueron los superhéroes. Y también de profecía acerca de los derroteros que el poder podría tomar en el futuro.  El plan de Veidt se consuma. Un ataque masivo diezma a la humanidad. Se responsabiliza falsa y arteramen-te a los extraterrestres. Consecuencia: las potencias mundiales se unen por vez primera ante el enemigo común. El precio de esta nueva y sangrienta paz será la mentira permanen-te. ¿Les suena de algo? Esta sería, a la postre, la verdadera cara del nuevo fascismo al que se conoce como nuevo orden mundial.



























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