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lunes, 13 de febrero de 2012

El Rey Théoden

          Contemplo la realidad de mi país: sumido en la muerte y el hechizo de unos dirigentes que, conscientemente o no, lo han llevado al abismo. Premios y gratificaciones a quienes más lo han hundido; palos, ninguneo y miseria a quienes lo defienden. A los parados e indignados: ¡ajo y agua! Y si no: ¡que se vayan! 

          Ser campeones en deportes no es suficiente señores. Ahora nos toca ser campeones en emprendimiento y en creación de puestos de trabajo. Invertir en I+D. Vigilar a los gestores para que, en lugar de entorpecer, como hacen ahora, faciliten; en lugar de robar, administren; en lugar de mentir, sean sinceros. 


            Esos irresponsables que dirigen medios de comunicación que invitan al pueblo a la emigración, cuando lo que hay que hacer, aquí y ahora, es un nuevo reparto de la tarta, sin excluir a los seis millones de parados y a otros muchos grupos de descontentos e indignados. 



             Programas que invitan a la emigración con señuelos de felicidad fácil y al alcance de la mano en el Norte y que provocan la mendicidad y el desastre de quienes tan alegre como ingenuamente se dejaron embaucar por tales can-tos de sirena.


              Es como si mi país, y acaso toda Europa, estuvieran gobernados por sus más enconados enemigos con el fin de ser destruídos desde dentro, como ocur-ría en la tierra mítica de Rohan gobernada por el rey Théoden, embrujado y po-seído por el malvado Saruman ("El Señor de los Anillos: Las dos torres", de Tolkien). 


               Esta imagen tan fuerte, la del monarca anulado por fuerzas que operan en los ámbitos sutiles del espíritu humano me recuerda a mi propio país pre-miando a sus enemigos y castigando a sus verdaderos aliados.






             Entonces llega Galdalf a liberar al rey: 

             -Te sacaré de él como se saca el veneno de una mordedura: sal de ahí,      Sharuman. 


              Cuando el monarca despierta y comprende lo sucedido exclama: 


             -¿Qué ha pasado?¿Dónde estoy?

             -En Rohan, milord... 
             -Dadme algo para agarrar... 
             -¿Qué tal la empuñadura de una espada?

              Con esta sugerencia Gandalf ubica a Théoden para defender a su pueblo del peligro acechante.


               Corrupción, una pseudo-izquierda que hizo política de derechas, insta-lada en la esquizofrenia y la irrealidad, una derecha que sólo sirve para bene-ficiar a unos pocos amiguetes perjudicando a la inmensa mayoría, que llama "ultras" a los indignados (el clamor legítimo de un pueblo desengañado) que tienen más razón que un santo..., todo me habla de un poder obscuro que se ha enquistado en las instituciones de mi país, y acaso también en las de Europa. Este poder oscuro tiene dominado nuestro mundo, lo tiene "embrujado" y per-sigue aniquilarlo sin tener que librar batalla.


               Necesitamos un profeta. Un Gandalf que libere las instituciones que de-tentan el poder. Aquí y en Europa. Sólo así podrán dar el siguiente paso: empuñar la espada.

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